2020: El año que transformó la humanidad

Articulista Invitado

Por Abraham Martínez

La pandemia del COVID-19 tomó por sorpresa a la humanidad por tratarse de un virus nuevo, y con un alto nivel de propagación y un complejo modelo de ataque a nuestro organismo.  Este virus apareció amenazando cada aspecto vital de nuestras vidas como seres humanos. Desde el agotamiento de material médico hasta múltiples repercusiones psicológicas y económicas.

Se suele decir que ante situaciones de calamidad internacional son los países pobres y sus familias quienes pagan los platos rotos.  Pero,  esta vez podemos ver cómo las grandes potencias del mundo han sido las grandes víctimas de esta terrible enfermedad. La infraestructura en los campos, las grandes ciudades y el manejo general de los gobiernos ha sucumbido ante el descalabro económico mundial provocado  por esta pandemia. Los seres humanos, antes del COVID-19 aparecer en el escenario, vivíamos en nuestras propias burbujas, preocupados por lo que nos atormentaba a nosotros mismos, pero descuidados de nuestro  medio ambiente y de lo que le pasara nuestro vecino de al lado.

La solidaridad, compasión y la  reciprocidad han venido a jugar un papel clave en estos momentos de tanta dificultad de una manera directa o indirecta a través de los medios de comunicación.  Pero, a su vez también ha destapado los aspectos más oscuros del ser humano como lo son el egoísmo, la mentira y la injusticia. Es para conocimiento de todos que ante cualquier crisis siempre existirán dos bandos,:los que toman ventaja de todo y aquellos que se unifican por el bien común. Se ha puesto en evidencia la carencia de servicios básicos en gran parte del mundo, pero lo que más ha quedado al descubierto es la verdadera naturaleza humana. Nosotros en esta parte del mundo estamos acostumbrados a la tendencia individualista y materialista, en donde el “YO” es primero que todo.  Sin embargo, la pandemia nos vino a recordar una de nuestras debilidades más intrínsecas, la vulnerabilidad.

El dolor, la enfermedad y la falta de recursos nos han recordado nuevamente qué tan humanos somos, especialmente al sentir la impotencia que sufre el ser humano frente a catástrofes naturales.  Estas situaciones demuestran que no dependemos de nuestras propias fuerzas para sobrevivir a todo lo que nos enfrentamos. La pandemia ha venido a nuestras vidas a recordarnos  a muchos que deben de reordenar sus perspectivas de vida y el futuro que quieren desarrollar.  La vulnerabilidad nos recuerda que no somos invencibles.  El ser vulnerables nos convierte nuevamente en carne, nos recuerda que el cuerpo debe de estar armonizado entre lo material, lo psicológico y lo espiritual para poder tener la capacidad de llamarnos a nosotros mismos seres humanos.

El ser vulnerables nos abre un espacio a creer en algo más grande que nosotros, especialmente  para aquellos que sean agnósticos.  Nos convierte en emprendedores porque nos permite crear nuevas ideas jamás pensadas, nos hace solidario con el vecino porque nos crea empatía. ¿Quién dijo que todo debe ser malo? ¡Pues no! El que la pandemia nos recuerde que somos vulnerables nos da ventajas como seres humanos que hacíamos ya perdidas en el espacio.

Esta realidad de la pandemia nos muestra que todos somos criaturas frágiles, que dependemos más de lo que creemos en otros. Que somos incompletos en cierto sentido, y que nuestra existencia siempre estará asociada con el riesgo, eso es exactamente lo que hace la vida interesante y es ahí donde aparece el poder de la resiliencia.  Cuando sentimos sufrimiento por una pérdida de un familiar, un amigo, un trabajo o alguna situación especial para nosotros, esto crea empatía en el ser humano, nos hace recordar que somos humanos como aquel que vive al lado de nosotros. Nos humaniza, por eso no es de extrañar que muchas personas están ahora conociendo a sus vecinos, porque antes no sabían quién le quedaba al lado. La vulnerabilidad de la pandemia desaparece las clases económicas, las razas, el credo, porque todos estamos metidos en esto, desde los más ricos hasta los más pobres.  Todos hemos pagado un alto precio en esta pandemia.

La pandemia no has convertido en personas con una gran capacidad de altruismo y compasión por los demás.  Con el pasar de los días, más personas colaboran entre sí, como por ejemplo en hogares de ancianos,  iglesias, parques y otros lugares de recreación. Nos ha creado un nuevo sentir de donar la ropa que no usamos, o la comida que sabemos que no nos vamos a comer. En resumidas cuentas, la pandemia ha reestructurado nuestro sentir humano, para algunos para mal y para muchos otros para el bien. Como dice un proverbio griego: no podrá existir el sol sin la luna. Por ende, aprendamos que lo malo que nos pasa – como la pandemia – puede venir a destruirnos o a mejorarnos.

Abraham Martínez, Psicólogo Industrial en Nueva York