New York: una complicada situación del sistema de salud, pero también muchas consecuencias sociales

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El Estado de New York se ha convertido en el centro de la pandemia en los Estados Unidos; así, era de esperarse que su sistema de salud haya colapsado. Actualmente los casos de contagio rondan los 560,000 y siguen creciendo. Los hospitales informan diariamente de un número creciente de muertos e infectados, con deficiencias de personal, camas y respiradores, e incluso hasta de material de protección básico para el cuidado de los empleados del sector salud, según han apuntado varios medios de comunicación. Pero las cifras no terminan ahí: también las consecuencias sociales se ceban en las poblaciones más vulnerables.

Según fuentes oficiales de Statista, en comparación con los estados de Washington y California, entre los meses de marzo y abril, New York estuvo en la cima a mucha distancia con respecto al número de afectados: a mediados de abril se llegaban a 253,060 en comparación con los 12,114 de Washington y los 33, 686 de California.

Diariamente los hospitales de New York reciben entre 70 y 100 pacientes infectados con el virus, por lo que, para poder hacer frente a la pandemia, se necesitan más instalaciones e instrumentos, pero sobre todo más personal para poder cumplir con toda la demanda.

Aunque el mayor daño se relaciona con la salud, hay otros sectores también muy afectados. Una encuesta de la Escuela de Graduados de Salud Pública y Política de Salud de la Universidad de la Ciudad de New York (CUNY), reveló que cuatro de cada 10 latinos perdieron el trabajo en los últimos días, enfrentando dificultades económicas más serias que cualquiera otro grupo racial, explicó Ratzan, investigador a cargo del estudio.

Según informaciones oficiales de Statista, una encuesta sobre pacientes con Covid-19 en hospitales de New York muestra que muchas personas que contraen la enfermedad están jubiladas o desempleadas. Una gran cantidad de ellas son afroamericanas o latinas, casi la mitad de todos los casos, lo que apunta claramente a una disparidad socioeconómica en la tasa de infección, que es más alta para las personas de color o inmigrantes que viven en zonas pobres.